El deseo es uno de los obstáculos que impiden alcanzar el estado de la mente pura y plenamente consciente de un buda.
El cultivo de una mente aferrada al yo que se interpreta a sí misma como separada del mundo y susceptible de obtener objetos de deseo externos a ella misma es absolutamente incompatible con el estado de buda.

Todos y todas formamos parte del mundo, no somos seres diferentes y escindidos de la naturaleza exterior. Los objetos, las personas, los animales, las plantas y nuestra mente son un continuo indivisible y nuestra naturaleza es la naturaleza de todo. La naturaleza de nuestra mente es la naturaleza de todas las cosas.
Sin embargo, nos percibimos a nosotr@s mism@s como entidades separadas, de manera errónea creemos que somos entidades separadas y, por lo tanto, actuamos como entidades separadas.
De pronto, en un abrazo, en un beso, en una sonrisa, en una mirada de complicidad, en una caricia sucede el "encuentro" y, por breves instantes, tomamos consciencia de qué somos parte del otro y el otro es parte de nosotr@s.

Es cuando tiene lugar "el encuentro" que percibimos nítidamente la realidad profunda de la mente transcendente e interconectada que es la verdadera naturaleza de nuestro ser.

¿Qué pasa cuando deseamos?
¿Porqué el deseo es un obstáculo para alcanzar el estado de la mente pura de un buda?
Porque no hay encuentro: cuando experimentas atracción por alguien o por algo y se despiertan tus deseos, anhelas obtener ese objeto de deseo sin que el objeto de deseo pueda llegar a experimentar lo mismo. Es decir no existe correspondencia y por lo tanto no hay posibilidad de que tenga lugar el encuentro. Si las mentes no están fusionadas en una no hay encuentro, solo el deseo de una mente confundida que piensa que está separada y que anhela para sí misma lo que observa afuera.

Podríamos pensar.. ¿Y si la persona deseada desea ser deseada? Eso es irrelevante porque el hecho es que desear a la persona y verla como un objeto de deseo ya la aleja de ti y ya hace que el encuentro sea inalcanzable. Es más, pensar que la otra persona pueda desear ser deseada es también parte de tu propio deseo y hace que, aún más, un encuentro sea completamente imposible, salvo en el mundo ilusorio de la mente que desea, el cual no es otra cosa que un autoengaño al cual nos aferramos para no renunciar al propio deseo.
¿Qué podemos hacer con nuestro propio deseo? Tomar conciencia de nuestro propio deseo es tomar conciencia de que el deseo no nos une, sino que nos separa. En la medida en que no es un sentimiento correspondido no permite que la naturaleza de nuestra mente entre en comunión con la de los demás y repose en la naturaleza no dual de la existencia búdica.
Simplemente ese no es el camino para estar unid@s a los demás seres y al mundo en general.

Cuando percibimos claramente esa realidad no es posible continuar aferrados al deseo. Nos damos cuenta de que no merece la pena seguir dando rienda suelta al ansia por realizar nuestros deseos. Solo queda soltar. Abandonar los apegos y confiar en el amor que, de una forma u otra, está destinado a manifestarse.
El respeto y la renuncia es el ejercicio de la consciencia transcendente. Sí, tal vez no haya encuentro tampoco a través del respeto y la renuncia, pero no hay engaño, ya que tomamos consciencia y aceptamos la "no correspondencia". De tal modo que el encuentro sucede a un nivel más profundo y sutil. En el ambito de lo inmaterial y lo espiritual. En el ámbito de la energía trascendente.

Además de que el respeto y la renuncia no exigen correspondencia para su realización plena. En cambio el deseo sí exige de correspondencia, ya que la naturaleza del deseo es la volición de la realización de lo deseado en un momento futuro, por lo que solo la satisfacción del deseo libera de la insatisfacción de no haberlo conseguido. Ésta es la razón por la cual, independientemente de la correspondencia o no correspondencia por parte del objeto deseado, la cual es irrelevante, la naturaleza del deseo es tensión por la inexistencia de "encuentro" así como por la total imposibilidad de existencia del mismo. En el deseo es imposible el encuentro. Incluso los deseos alcanzados son decepcionantes y empujan a seguir deseando, en tanto que insuficientes, ya que en su naturaleza no hay "encuentro". Solo una mente que desea y se percibe a sí misma como real, de manera equivocada, mientras que todo lo que la rodea son meros medios para obtener lo deseado.

La propia naturaleza del deseo no permite que haya encuentro ni correspondencia, solo insatisfacción y sufrimiento por no alcanzar nunca lo deseado y permanecer apegado a un concepto erróneo acerca de un@ mismo. Un concepto (equivocado) de uno mismo que genera dependencia y tolerancia, como las drogas, ya que cada vez es necesario satisfacer deseos aún más ambiciosos para seguir alimentando nuestro propio ego, sin que, en este desenfreno, se pueda nunca llegar a saciar el ansia o el hambre de deseos.
El deseo nos aparta del momento presente, ya que nos transporta a un espacio y un tiempo que no existén en el aquí y ahora. Ya sea por la pretensión de modificar el pasado que rechazamos o por manipular un futuro que intentamos modelar a nuestro antojo.
Cuando nos aparta del momento presente, nos aparta de nuestra naturaleza esencial, es decir del único lugar y momento en el cual podemos ser de verdad y expresarnos en el mundo.
¿Cuál es la diferencia que nos encontramos cuando se trata de compasión y amor incondicional lo que cultivamos? La compasión es la aspiración de querer ayudar a personas que sufren a calmar su dolor, incluso, en el caso de que las personas por quienes sentimos compasión permanezcan ajenas a su propio sufrimiento. La motivación que subyace a este sentimiento es completamente diferente. En este caso el foco está en "la otra persona". No deseamos algo para nosotros, deseamos algo para el otro, deseamos su felicidad, Deseamos que acabe su sufrimiento y pueda realizarse plenamente. En este caso, la completa realización de la mente de un buda para el otro es nuestro deseo. Es decir, que la mente de un buda se manifieste en el ser amado. Puede existir un correlato o no en la persona en cuestión, pero es lo de menos, por que lo que importa es que la motivación es pura, pues está carente de un estímulo basado en el beneficio propio. Por lo que si ya, de antemano, poner el foco de atención en el bienestar y la paz de la persona hacia la cual focalizamos la compasión, independientemente de la correspondencia, aún cuando no tenga lugar un encuentro, al menos podemos hablar de una aproximación o un acercamiento entre dos seres.

Es una aproximación por el hecho de que desear de corazón el amor y la felicidad para el otro, inevitablemente, te aproxima a esa persona. Aunque a esa persona, debido a obstáculos internos y/o externos, le resulte difícil alcanzar el amor y la felicidad. La compasión y el amor incondicional, siempre acercan al ser amado. Incluso, en el caso, de que una persona no desee ser compadecida y lo rechace, si es digna de compasión (y todos los seres sin distinción lo son), investirla de amor y compasión, irremisiblemente supone una ayuda y un bien para ella.

El amor incondicional puede ser correspondido o no correspondido, eso es indiferente, por que al ser incondicional no depende de la correspondencia para su realización plena. Al estar inbuido de compasión y libre de todo apego, sentirlo, cultivarlo e irradiarlo ya es el mismo logro. No requiere de predisposición para recibirlo por parte del ser amado y, sin embargo, su naturaleza impregna la naturaleza del ser amado de manera espontánea.

De este amor surge la entrega sin reservas, que es amor consciente y no se distingue de la compasión. Su naturaleza es la misma. La naturaleza de este amor es tan pura y luminosa como el extasis. Irradia luz y felicidad espontáneas para todos los seres sin distinnción. Quien lo experimenta alcanza una transformación profunda acompañada de grandes realizaciones. Cultivando el amor consciente y la compasión es posible alcanzar la iluminación.
