viernes, 11 de julio de 2014

INTIMIDAD Y COMUNICACÍON HUMANA

Hay un momento en la evolución personal y social del ser humano, cuando una niña o un niño se empiezan a convertir en una mujer o un hombre, en que el ser humano se da cuenta de que sus relaciones sociales y su naturalidad en armonía con la esencia de su ser pasan por que se comporte como cuando está sol@. Puede ser él mismo o ella misma en el mundo de los adultos, no necesita hacer nada. Es tan sencillo como eso. Solo hay que ser y estar como cuando la intimidad que te proporciona tu estado de soledad te permite ser tu mism@.  Este proceso de maduración te permite crecer y convertirte en un/a adulto/a.  Pero el proceso queda abierto.






Esta comprensión te permite alcanzar cierto dominio sobre el mundo para desenvolverte y participar.  Sin embargo no hay dominio. En realidad ese dominio es solo una ilusión de la mente.  El ser humano se siente realizado en su expresión social cuando comparte lo más intimo de su ser con los otros, pero no basta con eso. Para que el ser humano pueda alcanzar la realización plena lo más intimo del ser de los otros debe acompañarlo en todo momento de su existencia.  Incluidos esos momentos de soledad en que los otros, "aparentemente", no están. Solo entonces se produce el reencuentro y el redescubrimiento de lo más íntimo del ser.









Esto sucede cuando el ser humano, en soledad o en condiciones de intimidad, es capaz de comprender que todos los seres sintientes, los seres sagrados y los seres queridos están presentes en todo momento, y cada acción y/u omisión es llevada a cabo sintiendo la armonía con ellos, así como la compañía y las bendiciones de todos ellos.  Pero para alcanzar ese estado de conciencia que te permite llevar a todos los seres contigo primero hay que renunciar a la estimación propia.  Entendida ésta como toda forma de placer que nos permitimos el lujo de experimentar en nuestro propio beneficio personal. La frivolidad que implica la persecución del propio placer nos separa de todos los seres de luz que brillan en consonancia con nuestra propia luz y nos sentimos alienados.


Tampoco se trata de convertirnos en ascetas, pero es necesaria la renuncia para alcanzar ese estado de conciencia que nos permite llegar al corazón de todos los seres y llevarlos siempre con nosotr@s mismos a donde quiera que vamos y con quien quiera que estemos.