domingo, 2 de septiembre de 2012

Sobre el apego

Para el budismo y otras tradiciones de sabiduría transcendental el apego se entiende como el acto de aferrarse a algo, de no querer desprenderse de algo. Normalmente es algo que tienes miedo de perder o que deseas conseguir.  Ese objeto de deseo que está solo en tu mente de alguna manera guía nuestras acciones y nos impide ser plenamente conscientes a la hora de expresar amor.  Un ejemplo podría ser una persona obsesionada por obtener placer y vivir orgasmos. O por el contrario, por evitarlos si tiene problemas de eyaculación precoz.  Piensa en su placer está tenso, no puede relajarse no puede amar sin más y vivir el momento, no puede profundizar en el amor, su mente está distraida.
En cambio renunciar al apego es practicar un amor que se da de sí, que libera, sin egoismos ni pretensiones, sin posesión. Un amor que no busca la satisfacción del propio deseo, sino que está más allá, libre de todo apego y libre de toda aversión.  La aversión es otra forma de apego y consiste en que cuando no puedes conseguir el objeto de deseo o cuando corres el riesgo de perderlo, reaccionas con desprecio y rechazo hacia éste.  Por lo que, aunque no lo parezca, sigues apegada a ese objeto de deseo, eres incapaz de dejarlo márchar.  Es un mundo complejo el de los afectos. Una persona podría despreciar a otra sin llegar a saber jamás si ésta podría haber sido el amor de su vida o al menos una relación muy gratificante, y lo puede hacer solo por orgullo y amor propio, por pensar que está por encima del otro.  Esto es estar apegado al propio ego.  A veces el ego funciona como una coraza que te impide relacionarte con los demás y por eso en la tradición budista se habla de renunciar al apego. 
En cambio el concepto de apego en pedagogía y en psicología evolutiva es muy diferente.  Aquí apego se entiende como vínculo. Lo que dice la teoría del apego es que el niñ@ tiene la necesidad biológica de apegarse. El adulto también, pero para el niño es vital en su proceso de desarrollo, por que si no establece vinculos afectivos durante su infancia desde el momento del nacimiento pierde su capacidad de apego y esto le va a generar muchos problemas durante el resto de su vida.  El niño y la niña necesitan apegarse y vivenciar relaciones maternantes con referentes afectivos adecuados, si son sus padres ideal, y si no otras personas que puedan proporcionar al niño y a la niña esa vivencia.
 
Es más importante que el niño y la niña hayan establecido vínculos profundos durante sus primeros años de vida aunque después los pierdan a que nunca los haya tenido. Es por ejemplo lo que sucede con unos padres que sufren un accidente y mueren. Si el niño fue un niño querido durante sus primeros años de vida. Elaborará un duelo y continuará adelante. Será un niño sano y podrá amar con libertad a pesar de la pérdida.  En cambio un niño que se cría en un contexto social y/o familiar desestructurado,  donde las relaciones de apego que establece son inseguras o ambivalentes, va a estar condicionado siempre y el trauma es muy díficil de superar. El dolor de la carencia afectiva va a estar latente toda su vida condicionando su forma de desenvolverse en el mundo. Es decir, no importa tanto que se pierda la figura de apego, lo que importa es que haya existido. 
Si tratamos de hacer una sintesis entre ambas tradiciones se podría concluir que el amor incondicional transcendente requiere de la experiencia consciente y profunda del apego afectivo pero también de la experiencia consciente y profunda de transcender toda forma de apego a través de la renuncia. Alcanzando con ello un espacio de relación donde el amor se manifiesta libre de toda forma de apego. Más allá de toda posible interferencia producida por los deseos y temores que habitualmente contaminan las relaciones afectivas con el ser amado.
La meditación representa un medio de atención consciente para alcanzar ese estado de profunda conexión con la naturaleza última de las personas y las cosas.   Meditación es la técnica de la no técnica. Por que en realidad nada te separa de las personas y las cosas.  De hecho cuando dejes de "hacer" entonces es cuando te abres al momento presente y eres capaz de reconocer a todos los seres sintientes tal cual son más allá de toda sombra de apariencia, de toda percepción errónea y de toda proyección de tu mente basada en deseos y temores ilusiorios e inexistententes.

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